febrero 2022 - Walter Riso
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El arte de sentirse fracasado, sin serlo

El arte de sentirse fracasado, sin serlo

En psicología se explica que los humanos establecemos todo el tiempo atribuciones sobre las posibles causas de lo que nos ocurre. Por ejemplo: si te sientes mal por cometer un error puedes escapar al desasosiego haciendo atribuciones externas (la causa del error no dependió de mí), inestables (es probable que no vuelva a ocurrir) y específicas (no ocurrirá en otra situaciones distintas) sobre el fracaso.

Veamos dos formas de encarar un mismo problema. La primera te libera y la segunda te hunde y te acerca a la sensación de fracaso:

  • Supongamos que te vaya mal en un examen y aplicas este tipo de atribuciones: piensas que el profesor exigió demasiado (causa externa), que la insuficiencia académica es un hecho aislado y no tiene por qué volver a ocurrir (causa inestable) y que esta falla no afectará otras materias (causa específica). Una persona que piensa así, si es realista, honesta y asume su responsabilidad real, no se sentirá mal ante el fracaso ni se autocastigará. Se tratará con cuidado y respeto. No pensará que es un desastre, ni atribuirá todo el fracaso a su persona como consecuencia de una generalización irracional. Se dará otra oportunidad.
  • Supongamos ahora el caso opuesto, que ante un mal resultado en un examen la persona pensara que la causa es: interna (“El error dependió totalmente de mí”, “Soy el responsable único de lo ocurrido”), estable (“Siempre me ocurrirá lo mismo”) y global (“Seguiré fallando en los exámenes de distintas materias”). Con este razonamiento la conclusión y rotulación final es apenas obvia: «Soy un fracaso, no soy capaz, soy una persona poco inteligente y no tengo forma de evitarlo». Atrapado en la más profunda decepción de uno mismo.

Es este segundo caso el que te llevará indefectiblemente a la depresión si lo aplicas con frecuencia, ya que asumes toda la responsabilidad del hecho sin atenuantes e injustamente y lo atribuyes de manera categórica a tu escasa capacidad intelectual. Inescapable. Además, como si no fuera suficiente, haces un pronóstico catastrófico de tiempo y lugar a seguir fracasando en cualquier situación académica ¿Cómo podrías sentirte bien pensando de esta manera?

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Aunque te parezca extraño, muchas familias y centros educativos estimulan este tipo de reflexiones pensando que si te exiges exageradamente y vez un futuro gris te pondrás las pilas para evitarlo y aprenderás a ser mejor a base de sufrimiento y una autoexigencia despiadada. Los psicólogos cognitivos decimos que esta manera de interpretar los hechos negativos (atribuciones internasestables y globales para el fracaso), llevada al extremo, te arrastrará a sentirte un miserable y profundamente imperfecto, sin serlo.


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La personalidad culposa

La personalidad culposa

Cuando la culpa se convierte en hábito o rutina, aparece lo que los psicólogos cognitivos llamamos personalización.

Esta distorsión mental hace que algunas personas, por aprendizaje social, se conviertan en esponjas culposas. Todo lo malo que ocurre a su alrededor se lo atribuyen a sí mismas, aunque no tengan nada que ver. Una percepción equivocada les lleva indefectiblemente a la conclusión: «Es mi culpa” ¿Costumbre masoquista? Quizás, pero también infantil e inmadura, porque en el fondo existe un egocentrismo magnificado que les indica que todo tiene que ver con ellos, como si fueran el centro del universo. En resumen: la personalización es  la mala costumbre de atribuirse la responsabilidad ante determinados eventos externos, sin tener en cuenta otras explicaciones posibles. Es ponerse en el ojo del huracán cuando a veces ni siquiera hay huracán.

Una paciente, a quien su marido había dejado por otra mujer, me decía: «Él no tiene la culpa, la tengo yo». Yo le respondí: «¿Por qué me dice esto? Usted fue una buena esposa y madre, siempre estuvo a su lado cuando él la necesitó, fue leal, buen amante, confiable, ¿por qué ahora me dice que es la principal culpable?». Luego de pensar un momento, volvió a lo mismo: «Debería haber hecho más esfuerzo, haber dado más de mí. Él es una gran persona, yo fui poca cosa para él». Personalización a la enésima: siempre estar por debajo y culpable. El historial del hombre que había sido su marido no era el mejor, lo que ponía en duda aquello de «una gran persona»: infidelidades a granel, mal trato, indiferencia, frialdad sexual, egoísmo y muchos brotes narcisistas, en fin, un agujero negro afectivo. Y ella, haciendo caso omiso a la realidad afectiva de su matrimonio, confirmaba mágicamente una responsabilidad personal inexistente,  como si un instinto de culpabilidad la arrastrara desde lo más profundo de su ser. Si tienes la manía de hacerte responsable por todo lo que te ocurre, no lo dudes, pide ayuda profesional.  La tendencia de apropiarse de la culpa irracionalmente,  no te hace mejor persona, te enferma. La culpa compulsiva es una patología, así algunos la vean como una forma de excelencia y redención humanitaria.


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